8.25.2007

Hasta Lo Inesperado Acaba En Costumbre Cuando Se Ha Aprendido A Soportar.


Y cómo podría gustarle aquella situación a alguien. Levantarse temprano, coger lápiz y papel (hoja de respuesta le dicen) y ponerse leer obligatoriamente un facsimil, de obligatoriamente castellano, con textos obligatorios y frases obligatorios. Porque cada quien que desee estudiar en la gloriosa universidad, debe rendir obligatoriamente la prueba y obligatoriamente sacar un puntaje dentro de lo que dicen aceptable. Y pensaba en eso mientras leía sin poner atención, pero algo la capturó, un magnífico texto para una prueba como esta. Un pequeño texto donde se detuvo en una frase (fue tan bueno leerla), '...hasta lo inesperado acaba en costumbre cuando se ha aprendido a soportar', simplemente extraordinaria aquella verdad, se apresuró para leer el autor y no se sorprendió a al ver que era de Julio Cortázar (su escritor favorito o algo así) y así hubo 2 preguntas obligatorias en el majestuoso simulacro obligatorio de la prueba obligatoria que respondió con entusiasmo.

8.18.2007

Son Sólo Cuatro Centímetros


Pensaba que hablaba, escribía y decía locuras del tamaño del edificio que se asoma en tu ventana; entonces tú me dijiste:

Pero ese es chiquitito. -tomaste mi mano y proseguiste-. Si pones tus dedos índice y pulgar así -y pusiste mi mano de manera tal- ¿te das cuenta? Mide solo cuatro centímetros.

¡El edificio cabe en nuestras manos!- pude decir con asombro.

Sí y la ciudad también, sólo debemos mantener nuestras manos firmes.

Entonces pude ver como a cada momento nuestras palabras se hacen imcomprensibles para quien no tiene 4 centímetros de locura. Y que me alegro tanto de conversar así junto a tí; porque tú dijiste, es díficil. Díficil tratar estos temas locos, no todos saben hablarlos. Y claro, un día lo aprendes y si no lo practicas lo olvidas. Por suerte aquella noche te encontré ahí y cruzamos palabras, sino nunca hubiera aprendido bien y tú lo hubieras olvidado.

Por aprender lo casi olvidado, es que estoy felíz cada día de recibir un 'jelouuuuu'. Aprendí a valorar esos cuatro centímetros de edificio contigo QueNuncaEstás y comencé a buscar Hipogrifos con Bufanda, pintar murallas, actúar en películas de media noche, leer a Cortázar, escribir más seguido, tomar té chino, cucharear manjar, mensajes de canciones... en fin, hablar de buques y edificios (que no hay en la ciudad y que se asoman por tu ventana).





  • Para NuncaEstoy, en esta noche de locuras que trae recuerdos asaltantes de momentos hilarantes. Pero sin duda los mejores de los mejores, los que hacen sonreir con sólo recordar, los que no se quieren dejar, los de grandes cosas en cosas simples...
  • Y porque en el fondo tú escribiste esto, sólo lo tomé y adorné. Pero es tuyo, porque fuiste tú quien lo hizo así.

8.16.2007

T




Y quizá nos hacemos viejos. Viejos, pero no adultos, porque ¿quién querría ser uno?. Entonces el tiempo pasa, nos mira, se rie, y continúa; y nosotros ahí, como siempre. Y es en ese preciso momento cuando tenemos aquel tipo de conversaciones que añoramos de manera tal. Esas conversaciones que el tiempo estiró y nos volvió a entregar.


Y qué hacemos aquí una vez más con palabras en los labios y otras tantas en el alma. Y qué hacemos aquí esperando que el tiempo no pase, si bien sabemos que tu tiempo y el mio se agota y que tu tiempo no es mi tiempo. Y vuelvo a pensar que no sé que demonios quiero. Nuestros tiempos quizá vuelvan a coincidir.


Y es el tiempo quien me asusta, porque aunque lo digas y te suene tan convincente, el tiempo si avanza aunque tratemos de detenerlo y no me quiero retrasar y no me quiero arrepentir.


Y el mismo tiempo fue que nos juntó, pero ¿para vivir o revivir?


Cada Tarde


Todas las tardes caminaban, subían las escaleras y se subían al tercer vagón. Tres estaciones y se bajaban precisamente donde estaba la combinación, se despedían. Él tomaba la escala de la derecha, ella la de la izquierda. Al llegar al andén se encontraban uno frente al otro, esperando la llegada del metro que los acercara a sus casas. Se miraban, se reían, ella le sacaba la lengua y volvían a reír, llegaba el tren. Así era todas las tardes. Volvían a sus hogares.